Un día cualquiera de cualquier verano de hace unos cuantos años en La Almunia de Doña Godina, en el patio de una casa del Rabal entra mi abuelo. Va vestido con pantalón azul de faena, camisa a cuadros desgastada, manga larga remangada hasta debajo del codo y sobre todo ello una boina negra. Saca su bicicleta del cuarto bajo, donde guarda además el azadón y demás aparejos del campo y se dispone a salir.
-Abuelo, ¿dónde vas?
-Al Ginestal, gitanica.
Entre los muchos recuerdos que conservo de mi abuelo, este es el más nítido… Tanto que en mi memoria se conserva hasta el sonido de su voz temblorosa por el cariño que mostraba al contestarme.

Ginestal es un paraje de La Almunia de Doña Godina, supongo que llamado así por la cantidad de ginestas o retamas que hubiese. Mi abuelo no tenía huerto, tenía una tablica, un corrico o un “ortal en el Ginestal”. Así es como se le llama aquí a un trozo de tierra de labranza.
Él era un mago, un mago de las palabras. Era capaz de recitar mil poesías y contar historias que, supongo, se habían transmitido de generación en generación. Me asombra la rapidez con la que nosotros las estamos olvidando; creo que si mis hijos oyeran hablar a mi abuelo no entenderían muchas de las palabras que él decía, sobre todo las referidas al huerto, ¿sabrán mis hijos lo que es una tablica?
Laura Ezquerra Latorre (La Almunia de Doña Godina)
Que recuerdos tan entrañables guardamos de los abuelos y sus faenas en el campo
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Qué entrañable y qué bonito el relato y el recuerdo del abuelo. Qué suerte la tuya!!!
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