Si alguien te dice “vente conmigo al ribazo” en La Almunia de Doña Godina es que quiere “pasar a mayores” o dicho de otra manera “que quiere rebulitiar con ti” que diría mi abuelo.

En el pueblo hasta hace poco todo el mundo sabía qué significaba ir al ribazo. Pronto quizás no lo sepa ya nadie. Por supuesto nada que ver con ir a la zona de servidumbre de la zequia o del brazal que son los ribazos que la flanquean, y que no tendría nunca esa intención provocadora, de poco galanteo sino más bien socarrona. En algunos sitios también se dice “llevar al huerto” como equivalente de “llevar al ribazo”.

Un brazal o una zequia está flanqueado a ambos lados por dos ribazos, sobre todo si estos son altos y la hierba está crecida. Estos son los que crean su cauce y el espacio por el que discurre el agua que en algunos sitios se llama cajero. Así lo hemos oído nombrar en Zaragoza o en La Almunia de Doña Godina. Y seguro que en muchos sitios de todo Aragón.

La tajadera -de hierro, cemento o aluminio las más modernas- cierra el brazal o la acequia para cortar el agua y elevar el nivel para regar cuando los campos se riegan por alto o simplemente para desviarla por los bra-zales que la conducirán a los ortales. En La Almunia, los brazales más pequeños se llaman rasas o rasetas.

El ribazo es el lugar de la contemplación en el que se sienta el hortelano para ver el ortal, para planificar, para ver pasar el agua o la puesta del sol, o también para charrar con el vecino de campo y de paso quizás compartir un buen tomate recién cogido de la mata. El ribazo era el lugar para el amor a escondidas en los jóvenes de hace más de un siglo y también es el límite del ortal, aunque en algunos sitios se llama margin o marguin. En el ribazo no hay margin para el amor.

Seve (La Almunia de Doña Godina)