En el municipio de Gistáin/Chistén se distinguían los huertos de las huertas.
Los huertos (güertos, gortets o gortichones) ocupaban la posición más próxima a las viviendas. En muchos casos se situaban en pequeñas parcelas en contigüidad con las propias casas, o dentro del propio núcleo de población, como aún sucede en la actualidad, siendo prácticamente el único cultivo para alimentación humana que permanece en activo.

Los huertos eran regados con recipientes desde las propias casas o aprovechaban el agua de las fuentes y los varios barrancos que descienden a través del pueblo. Eran abonados con detritus doméstico y fiemo y eran habitualmente mantenidos y trabajados por las mujeres de la casa. En el amillaramiento de 1863 un total de 54 casas de las 81 que tenía el pueblo declararon huerto, de las cuales 43 lo tenían junto a la propia casa y 11 en otra ubicación dentro de la población. Por tanto, casi el 70% de las casas poseían algún terreno destinado a este fin. Las superficies oscilaban entre los 420 m² del más grande y los 30 m² de los más pequeños, con una superficie media de unos 140 m².
Las dos casas más ricas, Tardán y Arrin, poseían dos huertos cada una dentro del pueblo, destacando sobre todas las demás la casa Tardán, que además de tener dos, eran los más grandes, con 420 m² uno y 300 m² el segundo. Seis casas tenían el huerto fuera del núcleo de población, pero en campos a poca distancia, y 25 casas, el 30%, no declararon ningún huerto.

Otras zonas dedicadas a productos hortícolas eran las huertas (güertas). Estas se ubicaban en la proximidad del agua de los barrancos más cercanos al pueblo, pero ya fuera del núcleo. Es el caso de las huertas en la partida de El Troixo, donde se concentraban la mayor parte de estas explotaciones, aprovechando los aportes de agua y de sedimentos fértiles del curso inferior del barranco de La Poma. Como era habitual en este tipo de cultivos, estaban siempre amenazados por las avenidas del barranco en caso de tormentas o lluvias torrenciales, como sucedió el año 1982, cuando fueron completamente arrasados. Esto nos da una idea de las dificultades y los trabajos que exigía el mantenimiento de estos cultivos, que ya no eran realizados solamente por las mujeres. La variedad de especies era menor que en los huertos domésticos y podían incluir alguna parte dedicada a los forrajes. Otros espacios dedicados a huertas aparecían en laderas soleadas, siempre cercanas al núcleo.

Estas huertas no aparecen en general reflejadas como tales en los amillaramientos de la segunda mitad del siglo XIX, quedando englobadas usualmente dentro de los campos de cereal, pero sin duda alguna existían, y pueden rastrearse buscando las parcelas con una superficie más pequeña y con una localización que permita el riego en el parcelario actual. Además de en El Troixo, se podían encontrar en algunas parcelas en el fondo del valle, en la Ribera, junto a la desembocadura del barranco de la Poma en el Cinqueta (partida El Molino, pues era donde se encontraba el antiguo molino, ya desaparecido) y en algunas zonas de los campos primarios de alrededor del pueblo, bien orientadas y regadas con los barrancos que atraviesan el pueblo, uno en su extremo occidental, el barranco de Ciella, que pasa bajo la torre de casa Tardán, y otro en la parte media, la Farabieca, que pasa junto a casa Cabo en la parte alta del núcleo.

El propio topónimo El Troixo parece indicar la importancia que tenía esta partida para la alimentación de la población, pues troixo, troje en castellano, es también la palabra utilizada para designar el arcón en el que se guardaban los cereales y otras semillas, como legumbres.

Dentro del pueblo aparece la casa El Ortal y la calle del mismo nombre, ubicadas en una zona que tradicionalmente debió estar dedicada a huertas por su proximidad al barranco de Ciella en el extremo occidental del pueblo.

Otro topónimo relacionado con los huertos y huertas es La Closa, término muy habitual en el Pirineo oscense, y que designaba parcelas cerradas y segregadas del resto, de forma que se impedía el paso del ganado a ellas, pues eran dedicadas al cultivo intensivo propio de huertos y huertas, sin años de barbecho y aprovechando el estiércol como abono.

Un último topónimo interesante que encontramos en el territorio de Gistaín, y que, a pesar de las apariencias, no está relacionado con el cultivo, es Es Güertos. Aparece en zona de alta montaña y muy alejado del núcleo de población, en un área de laderas con fuertes pendientes en el valle del río Sallena. La explicación a este sorprendente término la encontré en las lejanas montañas de León, donde se denominan huertos a áreas de pasto en zonas muy escarpadas, a menudo con accesos muy difíciles y por un único punto, de forma que era posible dejar en ellos un rebaño reducido, cerrando la entrada. En ocasiones ni los mismos animales eran capaces de acceder a ellos, por lo que los montañeses llegaban a descolgarse con sogas para cortar a mano con navaja pequeñas cantidades de hierba que luego acarreaban y proporcionaban al ganado en momentos de escasez de pasto. Estas características me han sido corroboradas por antiguos pastores del pueblo para la partida conocida como Es Güertos en Gistaín.

Carlos Fernández Piñar