Me han invitado con bellas palabras a escribir en este plantero y como no podía ser de otra manera he aceptado de buen agrado el convite. Permitirme un inciso antes de compartir algunas de las -parolas- que he aprendido de la sabiduría hortelana de nuestros mayores.
La palabra es el verbo, es la expresión de los seres humanos, es la fuerza y el modo de comunicarnos, lo que está dentro de ella, es mucho más de lo que a veces nos permitimos conocer, a través de la palabra expresamos muchas cosas; amor, conocimiento, fraternidad, alegría, creatividad, esfuerzo, entusiasmo… La palabra es cocreadora, cuando la enriquecemos con nuestro corazón y con nuestro intelecto nos permite estar a otro nivel, en cambio si lo hacemos con mal soporte puede ser también desestabilizadora en nuestra vida cotidiana.

La humanidad es parte del planeta, si es aceptada esta evidencia podemos observar la erosión de -parolas- que está habiendo en el mundo rural de manera especial y las consecuencias que ello tiene y va a tener en un futuro inmediato. Si queremos proteger el planeta y a nosotros, la palabra debe ir acompañada de nuestra acción, debemos dar valor a lo que tenemos y la palabra verdadera junto a las acciones que la acompañan son el valor que nos hace más humanos.

Para proteger nuestra salud, hace falta comprender que debemos cuidar el planeta, una bella formula de hacerlo es proteger la biodiversidad y adaptación a través de las palabras y el contenido que las nutre. Abrirse a la riqueza etimológica es comprender la grandeza de la creación, nos permite descubrir el inmenso patrimonio que hay detrás de cada palabra y ver las peculiaridades que entorno a un alimento los hombres y mujeres han construido, fruto de la identidad, singularidad y adaptación que cada rincón de la tierra expresa.

Hoy os comparto la riqueza que se ha conformado durante generaciones alrededor de una judía emblemática en la penísula ibérica y especialmente en Aragón, la judía del Pilar. Esta variedad tradicional adquiere este nombre por el parecido que los hortelanos le atribuyen al moteado marrón y el color púrpura del germen que aparece en el grano esférico de color blanco. Por otro lado la cosecha coincide con los días de la festividad del Pilar, aspectos que si los sumamos a la adaptabilidad, rendimiento, tamaño del grano y excelente sabor evidencian el nombre e importancia de esta legumbre tuvo tiempo atrás.
Su cultivo fue muy importante y resulta curioso observar como en muchas localidades de la geografía aragonesa se le bautizaba con otro nombre sin obviar el nombre primogénito.

En Pomar de Cinca, Ángel Castán me hacía saber que a la judía del Pilar le llamaban -bibones- o -judías de los ricos-. 70-80 años atrás los ricos del lugar al salir de misa decían «hoy comemos vainas del Pilar», para presumir y destacar sobre las casas más humildes. Y por eso se conoce el refrán “el domingo comida de ricos”.

La localidad de Estadilla destacaba por las judías de la fuente, aunque Matías Mur y Pilar Cereza me confirmaron que el cultivo de la judía del Pilar era también importante aunque el nombre que le daban era -judía del riñón-. La judía que se producía en Estadilla tuvo mucha y buena venta en el mercado de Barbastro.
En Rasal se le conocía por -judía del ramico o judía de San Cosme-, así me lo hacía saber Carmen Bergua.
Binaced cultivó mucha judía del Pilar, allí la llaman -judía Caparrona-, para la feria de San Miguel iban a Monzón a cambiar las judías primeras que habían recolectado por ropa y naranjas.
El Bajo Cinca, pueblos como Velilla de Cinca, Ballobar, Fraga mantienen el nombre de -judía del Pilar-.
Sariñena bautizó a las judías del Pilar como -judía del Boler-.

En las Cinco Villas, localidades productoras de judías como Biel y Luesia la denominaban -judía de careta-.
Los hortelanos de Ainsa las denominaban -judías blancas redondas o judías de ricos-.

Francisco Sinusía en Ibdes me hacía saber que en este pueblo se ha cultivado mucha legumbre, especialmente judías y a las del pilar se les denominaba -judías de la Virgen del Pilar- eran las que más y mejor se pagaban.
La población de Ateca produjo mucha y buena legumbre, en esta villa se le conoce como judía del Pilar o judía de la Virgen, Antonio García todavía mantiene el cultivo de la semilla heredada de sus abuelos.
Francisco Castelló en Orrios, localidad de Teruel me explicó que la judía del Pilar en su pueblo era denominaba -judía de la Custodia-, pues era la que más fama y aceptación tenía.

Embún pueblo conocido por los afamados boliches, denominaba a la judía del Pilar por -boliches de la Pilarica o judías de careta-.
Ramón de Tobeña cultivó judías pilaretas. La localidad de Abenozas fue un núcleo donde se cultivo judías del Pilar, allí se les llamaban -judías Pilaretas-. Ramón Tobeña suministró judías Pilaretas que tomaron buena fama al Hotel Casa Roque de Las Ventas de Santa Lucia.

En Carenas, pueblo situado en el valle del río Piedra, los conocían por -boliches de Pilar-
La localidad de Lecina en el Altoaragón, denomina a la judía del Pilar, -judía de careta de Lecina-, así me lo hacía saber Purificación Buil. Las judías de careta eran la base de la receta de los domingos “Judías de aceite”. En Codos, a la judía del Pilar la conocían también como -judía pocha-, allí la comían desgranada.

Un breve testimonio de todo lo que se está yendo con nuestros mayores, un patrimonio inmaterial en base a las -parolas- conformado a lo largo de años y siglos y que en tan solo unas décadas estamos dejando perder.
Con la esperanza de que acciones de este tipo, promuevan y remuevan por dentro la indiferencia, para mostrar y recordar -parolas- con sabor, identidad y la singularidad de la huerta aragonesa.

Ismael Ferrer (La Ribagorza)